Laura Díaz
En un meme ya famoso en las redes sociales se observa tranquilamente a Gabino Cué sentado sobre la justicia, con un  café en la mano, compadeciéndose de Javier Duarte: “”pobre cuate”, dice, al leer que “PGR detiene a Javier Duarte en Guatemala”, mientras él vive tranquilo y disfrutando la buena vida de exgobernador.
Pero no es cualquier exgobernador, porque endeudó al estado con aproximadamente 30 mil millones de pesos, más de la mitad de los adeudos son de pago a proveedores y servicios, además de algunos que nunca existieron, pero quisieron cobrar sus amigos, socios y compinches; la otra mitad es de deuda institucional.
Según se sabe, un poco más de esa cantidad la tienen sus socios, de entre ellos destaca el ministro sin cartera, Jorge Castillo; el Chachalaco, Alberto Vargas Varela, exsecretario de Administración; Germán Tenorio, exsecretario de Salud; y Netzahualcóyotl Salvatierra, exsecretario de las Infraestructuras.
Hasta hoy, el actual secretario de la Contraloría y Transparencia Gubernamental, José Ángel Díaz Navarro, se ha dedicado a las denuncias mediáticas, pero sin presentar ninguna evidencia contundente, y muchos menos iniciar alguna averiguación previa contra quienes los otros secretarios, especialmente, la de Salud, Gabriela Velásquez Rosas, también han hecho denuncias públicas.
Mientras el Comité Ejecutivo Nacional del Partido Revolucionario Institucional (PRI), encabezado por Enrique Ochoa Reza, se dedica bombardear a su propio partido con las denuncias de las corruptelas de sus propios gobernadores, los de los otros partidos se asumen incólumes y hasta se precandidatean para el cargo de presidente de la república, como Rafael Moreno Valle de Puebla, o descansan al amparo de la impunidad, como Gabino Cué.
El gobierno de a mentiritas
Gabino Cué ganó el gobierno de Oaxaca sobre dos bases fundamentales: la unidad de la oposición al PRI y la división interna de ese partido en 2010; en 2016 regresó el favor, desde el gobierno de la alternancia generó la división de los partidos que en algún momento fueron sus aliados y permitió la unidad de los priistas, incluso de los que se llevó como funcionarios de su gobierno.
Cué llegó al gobierno con una altísima confianza de los oaxaqueños, pero el bono democrático lo comenzó a dilapidar casi en el mismo momento en que tomó posesión como gobernador.
Su primera gran pifia fue hacer a un lado a Alfredo de la Rosa, la eminencia gris que le unificó a los partidos y partiditos en una coalición antinatural, para sustituirlo por Benjamín Robles Montoya, un personaje que hizo del trampolín político entre partidos una forma de vida y aspiraciones políticas.
Su siguiente error fue la distribución de los cargos públicos a los partidos que lo apoyaron, lo que permitió la llegada a la administración pública estatal de una caterva de vividores y vividoras que sangraron el presupuesto estatal, y financiaron a sus amigos, socios y cómplices en campañas electorales e hicieron de las organizaciones sociales la alcancía para todas sus tropelías.
Luego vino la famosa Ley Orgánica que obligó que todos los funcionarios de primer nivel fueran profesionales titulados y exhibió al gobierno como un nido de aventureros, iletrados e incompetentes.
La primera exhibida fue la secretaria general de Gobierno, doña Irma Piñeiro, que se asumía licenciada en Sociología, cuando ni siquiera la preparatoria pudo comprobar, pero se afianzó en el cargo porque la Cámara de Diputados interpretó la ley para tomarle la protesta legal a la que obligaba.
Pocos días después, el secretario de Turismo y Desarrollo Económico, el panista Alfredo Ahuja Pérez, fue denunciado en las redes sociales cuando se comprobó que su título y cédula profesional eran falsos y volvió famosa a la Universidad de Santo Domingo de la Ciudad de México porque otorgaba papeles apócrifos.
Los otros famosos funcionarios sin título fueron Benjamín Robles Montoya, Adelfo Regino y Salomón Jara.
Para esos momentos ya casi se había olvidado que el nuevo secretario del Trabajo, Daniel Juárez López, unas semanas antes de tomar posesión había entrado a la tienda departamental Fábricas de Francia y había salido con una cartera escondida, porque se le había olvidado pagarla; desde entonces se le conoció como Dani Carteras.
Fue un mal comienzo de un gobierno que despertó muchas esperanzas, continuó con una larga curva de aprendizaje que nunca concluyeron sus funcionarios, pero sí saquearon brutalmente al estado a grado tal que el nuevo gobernador, el priista Alejandro Murat, unos días después de tomar posesión declaró que recibió un estado colapsado económicamente.
Hasta hoy no hay acciones claras contra el saqueo, ni contra sus perpetuadores, mientras Gabino Cué se solaza contemplando las cabezas caídas de los exgobernadores priistas y su padrino putativo, Diódoro Carrasco Altamirano, repite como secretario general de Gobierno en Puebla y coordina la precampaña a la Presidencia de la República del panista Rafael Moreno Valle.
Por eso, en las redes sociales la pregunta obligada en estos días ha sido: ¿Ya cayó Yarrington, también Duarte, y Gabino Cué para cuándo?
 
 
 

 
 
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